viernes, 23 de octubre de 2015

Autopsia a un fantasma

Esta mañana he leído un artículo en el que se decía que se había descubierto en una galaxia lejana una estrella similar al Sol, que había muerto y que estaba devorando los planetas que orbitaban a su alrededor, uno de características similares a la Tierra. En el artículo también hablaba de que muy probablemente, en unos 500.000 años a nuestro sistema solar le pasaría lo mismo y seríamos absorbidos por  el Sol. Mi primera reacción ha sido pensar lo poco que me importa a mí lo que pase dentro de 500.000 años. Pero después he pensado lo que podría pasar si el cálculo de los científicos estuviera equivocado y que una mañana nos despertáramos con la noticia de que, lamentablemente, el Sol nos engulliría de un momento a otro.  Al más puro estilo Melancholia de Lars Von Trier me veía como Kristen Dunst, pasando de todo.
Pensemos un poco. Somos una enorme masa de seres, aparentemente solos en todo el universo, y no hacemos otra cosa más que poner microuniversos entre nosotros. Vivimos como si fuéramos eternos, como si estuviéramos sobre el bien y el mal, como si el mundo estuviera a nuestros pies. Cuando pienso los microuniversos me refiero a esos que ponemos entre la persona que llevamos sentada al lado en el metro, entre el tío con el que compartimos la cama una noche o entre la peluquera que nos corta el pelo. Tenemos una falta de pasión absoluta por relacionarnos, por dejarnos sentir, por rozarnos, por aprender unos de otros. Nos están enseñando a que lo más importante en nuestra vida somos nosotros mismos, que tenemos que pensar en nuestro bienestar y al final, cueste lo que cueste, conseguir lo que nos proponemos. Nos olvidamos que estamos rodeados de otras personas y que esas personas también se olvidan de nosotros. 
Cuando dos personas se van a la cama, se rozan, se tocan, intercambian fluídos, abren la puerta de sus mundos para que entren a satisfacerles. Pero una vez logrado el objetivo salen por donde han entrado. Follamos porque el cuerpo nos lo pide, porque lo necesitamos, porque nos gusta, porque nos encanta sentir la sensación de poder aceptar y rechazar a nuestro antojo, de dejar la puerta entreabierta o dar con ella en las narices. Nos acostamos unos con otros, nos penetramos por la simple idea de que es lo que hay que hacer, pero pocas veces sentimos que hervimos por dentro. 
Somos fantasmas. Nos pasamos la vida arrastrando las cadenas, haciendo el máximo ruido para que nos miren. Y cuando alguien nos presta atención desaparecemos en la oscuridad, por miedo a que nos vean de verdad, preferimos vagar de esquina en esquina. Buscamos el amor, buscamos la aceptación, buscamos sentirnos queridos, pero no nos atrevemos a aparecernos, a convertirnos en seres de carne y huesos decididos a hervir por dentro. Es muy fácil estar en forma de ectoplasma para que en cuanto haya algo que nos asuste podamos atravesar la pared.
Queremos una familia, una mudanza, una persona que nos arrope en invierno y nos de calor. Pero se nos olvida toda esa gente que no llega a ese punto, que se cruza en un momento de nuestras vidas, para darnos calor una noche, para ser nuestro amor de madrugada.
Rechazar nos hace sentirnos seguros de nosotros mismos, reafirmar nuestro ego, para luego irnos solos a la cama, añorar ese amor que nunca llega y olvidar ese que no es suficientemente bueno para nosotros. Siempre queremos más porque nada está a nuestra altura, nosotros valemos mucho más. Nos asustamos, tenemos miedo, preferimos pensar que no existe sobre la faz de la tierra nadie que sea capaz de hacernos sentir completos. Estamos vacíos, vacíos por dentro y eso es imposible de llenar. Saltamos en charcos vacíos, nos rebozamos entre las telarañas de nuestras miserias una y otra vez. Andamos absortos en nuestros universos, imponiendo nuestras reglas, desechando a quien no las acepta y también a quien las acepta. No tenemos claro lo que queremos, simplemente sabemos que no queremos nada; que nada nos corresponde ni nos llega a la altura del zapato. Así, todas las noches nos metemos en la cama, solos, sin tener siquiera la idea de que algo hacemos mal. Si fuéramos conscientes de lo ínfima que es nuestra existencia nos daríamos cuenta que vale la pena amar a cada persona que se nos cruza en la vida, aunque sea por un minuto, porque no hay nada mejor que hacerlo sin la necesidad siquiera de que te tenga que llevar a cenar. Sentir en cada paso y en cada cruce de miradas eso que tendría que ser por lo que viviéramos cada día, sin esperar a que cumplan todos los requisitos. Amar, coño, que se ponga la piel de gallina con cada roce, que nos reviente la cabeza con cada beso. De eso deberíamos de preocuparnos y que cuando mañana se vaya, antes del desayuno, te des la vuelta en la cama con una sonrisa. 
Pero tenemos miedo. Miedo a querer más de una misma persona; a volvernos monógamos y necesitar el mismo aliento en nuestra boca cada día. Tenemos miedo de no poder valernos por nosotros mismos, pero estamos equivocados, cuando más se ama, más libre se es.
Y así vagamos por el planeta Tierra, andando unos con otros, chocándonos, durmiendo solos aunque estemos acompañados y pensando en cuando llegará ese gran amor que nos transforme por dentro.
El día que veamos en los informativos que nos acercamos rápidamente al Sol para ser destruidos nos daremos cuenta que ya no tendremos tiempo de repartir todo el amor que tenemos dentro y que en cuestión de minutos todo quedará reducido a cenizas, las cenizas del amor que nunca llegó a arder.

sábado, 8 de agosto de 2015

Vividos por la vida

El otro día estaba leyendo un ensayo del psicoanalista alemán Erich Fromm sobre la abundancia y la saciedad en la sociedad actual. Tras muchas pequeñas bofetadas a lo largo de su análisis llegué a un párrafo en el que hablaba de una cuestión que a todos nos quita horas de sueño. El texto en cuestión decía así: "(...) lo que me preocupa en este momento no es el problema de la vida o la muerte, sino el de la ventaja que la muerte va adquiriendo sobre la vida. De lo que en el fondo se trata es de llegar a ser más vitales, más plenos de vida. Los hombres siempre se engañan al respecto. Vive como si hubieran cesado de vivir o como si aún no hubiera comenzado (...) Y los más bellos epitafios con sus catálogos de logros no pueden encubrir la cuestión esencial, que no debemos eludir: ¿estuvimos y estamos realmente vivos? ¿Vivimos o somos vividos?"
Es cierto que en anteriores entradas ya he analizado la obsesión que tenemos por no ser conscientes de nuestra propia existencia, de enmascarar nuestras dudas existenciales con actividades superfluas que nos hagan de pantalla protectora de nuestra verdadera miseria. Pero esto va más allá, ya que no habla de acción, sino de resultado; el momento en el que, con una cierta edad, nos sentemos a evaluar y a sacar conclusiones con el temor de descubrir que nos hemos boicoteado, que por no vivir la vida nos hemos convertido en un elemento más de una masa homogénea sin haber sido capaces de desarrollarnos como seres únicos e irrepetibles y hemos acabado adaptándonos a una sociedad que nos exige ser lo más instrumentales posible. Con ello le hemos ahorrado y nos hemos ahorrado muchos problemas.
Cuando era pequeño todos los días le pedía a mi hermana mayor que me hiciera un traje de Batman, ella siempre me decía que me lo hacía mañana. Todos los días era la misma cantinela y un día, ya harto, le pregunté que cuándo era mañana. Su respuesta rápida y sincera fue "mañana es el día que se te haya olvidado". Esa es la muerte de la que habla Fromm. Aparcamos problemas, posponemos proyectos y eludimos responsabilidades con la esperanza de que mañana se nos haya olvidado; pero el autoengaño es más difícil que engañar a los demás, pasan los años y seguimos con un enorme cajón mental donde están todos nuestros deseos, proyectos y preocupaciones esperando a salir. El cansancio, la necesidad de cobrar la nómina a final de mes o el miedo a encontrarnos con algo que nos saque de nuestra zona de confort nos hace vivir dentro de un círculo vicioso donde estamos constantemente dando vueltas buscando una puerta de salida.
No existe un remedio para solucionar esta pasividad vital en la que nos sumergimos sin darnos cuenta. Por muchos manuales de autoayuda o ensayos de psicoanalistas que leamos no vamos a tener la clave para enfrentarnos a la vida, hay que leer en nosotros mismos. La Biblia dice que hay que comportarse con los demás como quieres que se comporten contigo, y así actuamos, no porque lo diga la Biblia, sino porque creemos que es lo correcto para ser recompensados. Nos comportamos como si realmente supiéramos como nos gustaría que se comportaran con nosotros, como si tuviésemos claro lo que queremos del mundo exterior. Actuamos  intentando ayudar, ser comprensivos, pacientes y buenas personas y nos sentamos a esperar nuestra recompensa, ésa que nunca llega; lo que si que llega es la pregunta de qué está mal, por qué la gente no ve todo lo bueno que has hecho. La respuesta, si no somos unos victimistas empedernidos, está clara: no nos vemos a nosotros mismos. Si nosotros no nos vemos, nadie nos ve, nos volvemos transparentes. Andamos por las calles y somos invisibles, la propia vida se encarga de tapar algo que nos es digno de reseñar. Lo que no irradia luz es tragado por la oscuridad, esa que nos cae con aplomo en la espaldas, nos deja sin fuerzas y nos hace delegar nuestra ansias para dejarnos ser vividos por la vida.
Cuando lleguemos al punto de no retorno, cuando ya no haya nada más que hacer, tendremos una recompensa en forma de epitafio: "buen padre, buen marido y buen amigo". Y donde quiera que estemos diremos: "Es que yo no quería ser nada de eso, yo solo quería ser feliz. En mi siguiente reencarnación lo haré mejor".

viernes, 1 de mayo de 2015

¡Oh, capitán, mi capitán!

"¡Hurra por los que cayeron;
por los barcos que se hundieron en el mar
y por los que perecieron ahogados!
Los infinitos héroes desconocidos valen tanto
como los héroes más grandes de la historia."

(Walt Whitman, Canto a mi mismo)

Últimamente estoy obsesionado con rodearme de gente que aporte cosas buenas a mi vida. Es un trabajo bastante duro porque tengo tendencia a dejarme seducir por lo que me causa problemas, tengo un carácter masoquista contra el que lucho continuamente. Si no me causa problemas creo que le falta algo. La estabilidad, la monotonía y la tranquilidad son asuntos de geriátrico.
Por eso cuando empecé a hacer el esfuerzo de rodearme solo de lo que me aportara algo bueno hubo una época en la que estaba demasiado sosegado, sentía que había pisado el freno y me preparaba para entrar en una etapa en la que el mayor reto iba a ser no quemarme con el caldo de la sopa. Pero con el tiempo cuando las aguas revueltas se calmaron noté como comenzaban a moverse de nuevo y a balancearse en armonía; me di cuenta que la tranquilidad no es más que un estado intermedio entre la zozobra y el movimiento. Inauguré un ciclo en el que navegaba sin la preocupación de tener que agarrarme al timón para que la braveza de las aguas no me revolcaba por los suelos,  la tormenta se convirtió en travesía y mirando al frente, viento en popa a toda vela, surqué los mares sin el más mínimo rastro de barcos piratas.
Pero para llegar a ese punto tuve primero que cargar el barco con la mejor tripulación, esa que es capaz de tomar el relevo al capitán si es necesario y de ayudarle a encontrar de nuevo el camino si se lía con el mapa. Me siento agradecido de tener una maravillosa tripulación que me ayuda a zarpar cada día. Gracias a los que llevan conmigo toda la vida, a los que se van uniendo en cada muelle y, por qué no, también a los que he tenido que tirar por la borda.
Pero, porque la vida es así y no siempre hay que cuestionarla, tenemos que llegar a puertos para que parte de la tripulación se baje, ya han cumplido con su labor y tienen que ayudar a otros barcos que van a la deriva. En estos días hay una marinera que se baja de mi barco. Me ha enseñado a coger con fuerza el timón y a marcar la hoja de ruta. Lo último que le quedaba por enseñarme es a, desde la lejanía del puerto, despedirme manteniendo el rumbo sin tener un segundo de a bordo.
Gracias marinera por ser capitana disfrazada de grumete, por enseñarme a ser un buen patrón sabiendo arriar las velas cuando sopla el viento en mi contra e izarlas cuando va a mi favor. Echaré de menos tus fuertes manos en cada giro. Eres la Rosa sin espinas que todo el mundo necesita para saber que la guerra solo está fuera cuando la llevamos dentro y que los taxis libres siempre nos estarán esperando. Desde mi puesto de control puedo visualizar el ancho mar que se me abre ante los ojos y gracias a ti sabré no perderme entre las olas. Te has encargado de ponerme el salvavidas en plena tempestad y como todo superviviente me siento en deuda contigo. 
Te quedas en el puerto esperando a otros capitanes para enseñarles la difícil tarea de sobrevivir a los vendavales, pero ten la seguridad de que en cada atraque nos reuniremos en la cantina, entonaremos cánticos de victoria y brindaremos por una exitosa travesía.

MERCEDES SOSA. "TODO CAMBIA" [Canción]:


NINA SIMONE. "TOMORROW IS MY TURN" [Actuación]:


LOLA FLORES. "POR FIN" [Canción]:







miércoles, 22 de abril de 2015

Rendirse no es perder

"No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo."

(Mario Benedetti, No te rindas)

Hoy intenté escribir una entrada para el blog y tras mucho repasarla me di cuenta que aún no estaba preparado para escribir nada sobre el tema. He estado todo el día con un sentimiento de derrota que no me dejaba ni pensar, replegando el ejercito y mandándolo a casa entre cánticos de derrota. Pero ahora, justo antes de cerrar la tapa del ordenador, el sentimiento ha cambiado.
He pensado que estos sentimientos de vencimiento son una oportunidad para reconocer los fallos, los errores y las carencias. El momento en el que los enfrentamos, los entendemos y los asumimos como propios convertimos las desavenencias en  una oportunidad para sacar la valentía que llevamos dentro, una gran ocasión para crecer. Es la primera piedra para poner en marcha el mecanismo para comenzar a ser capaces.
Cuesta demasiado reconocer que no das la talla, pero lo importante es quedarse con el sentimiento de fracaso y transformarlo, sacar a ondear la bandera blanca pidiendo una rendición y no esperar a estar cosidos a balazos para aceptar que hemos perdido. Hay millones de condiciones que pueden hacer que no lleguemos a nuestro objetivo y muchas de ellas están tan lejos de nuestro alcance que es absurdo inmolarse por ello. Se ha puesto toda la carne en el asador y, después de todo, se ha quemado, ¿y qué? 
Los fans de Paulo Coelho dirían: "No lo intentes, hazlo". Y una mierda. Intentarlo es tan legítimo como conseguirlo. Vivimos en una sociedad donde la competencia es nuestro pan de cada día, tenemos que ser los mejores profesionales, los mejores novios, los mejores amigos; nos levantamos todas las mañanas para salir a ganar, a llevarnos el premio gordo y el resultado es una muchedumbre de personas volviendo a casa derrumbadas, cepillándose los dientes antes de irse a dormir para intentar quitarse el sabor aún fresco del fracaso de la boca. 
No debemos dejarnos llevar por el resultado sino por el proceso. El proceso es algo vivo, puedes interactuar con él. El resultado, en cambio, es algo aburrido, sin vida, un cúmulo de intentos de distintos agentes que acaban confluyendo en un mismo punto. 
Esto no es un argumento válido para vagos y maleantes, nada justifica que no nos dejemos la piel por lo que realmente nos apasiona, pero si no lo conseguimos no pasa nada, no es el momento o no hemos estado a la altura, para poder estarlo hay que subir muchos escalones. Lo importante es ser conscientes que a veces nos equivocamos, otras que somos unos vagos o que la vida nos pone la zancadilla; estudiar nuestra imperfección es el primer paso para ser perfectos.
Giremos la cabeza, miremos las zonas negras de nosotros y pongámonos a trabajar en ellas. No asumamos que somos unos perdedores solo porque lo hemos intentado y no nos ha salido. Intentarlo no es quedarse parado y esa energía que generamos es la que necesitamos para ser cada día un poco mejores. No pasa nada que nos tengamos que sentar en una piedra en mitad del camino, volver al punto de partida y empezar de nuevo. Hacerlo todo perfecto es aburrido, no nos damos la posibilidad de demostrar nuestra increíble capacidad de regenerarnos, de tener la satisfacción de superar trabas y llegar más lejos de lo que lo hicimos ayer.
Vayamos paso a paso hacia lo que queremos, con la vista clara y el paso firme, pero también necesitamos que nos tiemblen las piernas y hacer la croqueta rodando cuesta abajo. Levantémonos, volvamos a intentarlo con el paso aún más firme y recemos porque si nos volvemos a caer, que sea un poco más arriba de donde lo habíamos dejado. Y si al final vemos que no podemos, miremos de reojo, seguro que hay otro camino más llano con el que practicar y que no hemos podido ver porque nuestros maravillosos, perfectos y brillantes objetivos no nos lo habían dejado ver.

FANGORIA. "RENDIRSE NO ES PERDER" [Canción]:


LOLA FLORES. "SÍGUELA" [Canción]:


VAINICA DOBLE. "EL TIGRE DE GUADARRAMA" [Canción]:





sábado, 11 de abril de 2015

Como la (pasión por la) copla no hay ná

"Es un río de sentimientos,
un camino de recuerdos.
Son tristezas y alegrías
que en mi alma han dibujado
el pincel de mi ilusión,
es mi razón de vivir,
una locura sin fin".

(Marifé de Triana, Muero por la copla)

Quizá a más de uno el título de esta entrada le suena, es una frase que suelo utilizar mucho porque es el título del nuevo single de la artista Nacha La Macha. He decidido arrancar así porque llevo una semana en la que he estado rodeado de pasión por todos lados. La pasión con mayúsculas, como la de Cristo, y también la que se siente en cuerpo y alma por algo.
Siempre anda muy presente la copla y el flamenco en mi vida, pero esta semana se ha acentuado. En primer lugar porque como os decía Nacha la Macha ha estrenado el videoclip de su último single, Como la copla no hay ná, un bonito, sentido y pasional homenaje a todo lo relacionado con este estilo musical, algo de lo que estamos agradecidos aquellos quienes la vivimos más allá de los compases de sus instrumentos. 


Así que me vais a permitir que hable de Nacho, el responsable del personaje de Nacha La Macha, una persona que vive intensamente todo lo que le apasiona y que para mí es el paradigma del tema que estamos tratando: la pasión por lo que uno hace. Comenzó haciendo imitaciones de Alaska, pero no tardó en revelarse como lo que es, un artista que gracias a su tesón se convirtió en el estandarte de la copla; entrar en un local y escuchar de su boca Maruja Limón, Limosna de amores o Esclava de tu amor es un sentimiento que a los amantes de la copla nos emociona.
Nacha La Macha es el espíritu del transformismo a la vieja usanza. Verla actuar es oler el humo del tabaco, la clandestinidad de los locales y el ambiente homofestivo de la dictadura. Es el nexo de unión entre lo que fuimos y lo que somos como colectivo. Desde la libertad que hoy tenemos, Nacha nos vuelve a interpretar temas que grandes transformistas han cantado mirando por el rabillo del ojo por si entraban los grises; le ha quitado el olor a naftalina a los trajes guardados por tantas otras estrellas que dejaron un hueco difícil de llenar. Imposible verla y no recordar a El Titi,  Paco España o Antonio Amaya.
Esa es su pasión que también acarrea una gran responsabilidad, que no es otra que la de llevar a sus espaldas la voz de tantos artistas que dieron su vida por la copla, trasladándolas a un siglo donde la pasión se entiende como el perreo en una pista de baile.
Además, estaba semana también ha habido hueco para la otra pasión, como la de Cristo. Y de ello ha sido responsable el diario de una película, Amo que te amen, del director Gonzalo García-Pelayo e interpretado, cómo no, por la omnipresente Nacha La Macha.


Es difícil de describir todas las sensaciones que supone este experimento audiovisual. Me niego a catalogarlo como película porque va más allá de eso. Imaginad una obra artística que es al mismo tiempo película, teatro y libro. ¿Vosotros lo llamaríais película? Yo tampoco.
Ahora está muy en boga la transmediabilidad en la comunicación: revistas que en edición impresa también se pueden disfrutar por Internet, comprarlas para meterlas en el E-book o escucharlas en un podcast. Eso es la transmediabilidad, poder disfrutar un mismo producto comunicativo en diferentes soportes. Pues bien, Gonzalo GarcÍa-Pelayo ha conseguido trasladar este concepto, un signo de nuestro tiempo, a la forma de hacer cine. Y no solo lo ha trasladado sino que también lo ha transformado. No se limita a llevar su discurso a diferentes soportes, sino que mete todos los soportes de forma simultánea al servicio del discurso. Quizá suena un poco enrevesado, pero es que no hay otra forma de explicarlo. 85 minutos de metraje donde estás disfrutando una película, pero sin darte cuenta resulta que es una obra de teatro y que por su estructura narrativa también estás leyendo un libro.
El discurso además de estar construido por la coincidencia de varios soportes artísticos, la creación está cimentada sobre diferentes capas de realidad. Se cuenta el diario de otra película, Copla, pero al mismo tiempo es el diario de la propia obra, es decir, habla sobre ella misma. Llega un momento en el que el espacio y el tiempo coinciden, describiendo algo que en el mismo momento está pasando. En un punto de la narración se relata: "He pensado que Nacha contará esta historia" y tienes la misma sensación que si viajas al pasado y te encuentras de frente con tu Yo pretérito, piensas que se creará una paradoja espacio-temporal y el universo se destruirá. Y así ocurrió. Pero gracias a que, como dice la obra, puede que todo sea verdad o puede que todo sea mentira, el orden natural universal siguió su curso habitual por miedo a ser destruido por algo que quizá no fuera cierto.
Y la pasión, como la de Cristo, va incrustada en esa narración que entre soportes, espacios y tiempos, nos deja desnudos ante su auténtico mensaje. Gonzalo García-Pelayo es extremadamente visionario y crea conceptos artísticos que nadie se ha planteado siquiera, pero también sabe llegar al tuétano de nuestro cuerpo con una historia que, al fin y al cabo, entre transmediabilidades y metahistorias, es lo que sacude al espíritu humano desde el tiempo de las cavernas. Es una obra protofuturista, narrando temas que afectan a la humanidad desde que el hombre es hombre con un lenguaje recién nacido de sus manos.
Seguiría hablando sobre esta obra horas porque no hay detalle que no se pueda analizar (entre otras cosas la interpretación de Nacha aunque ya ha recibido demasiados halagos por hoy) pero al final es una experiencia que cada persona tiene que vivir porque es una obra con vida propia, así que como ente independiente tendrá una relación diferente con cada persona con la que se encuentre.


Con estos dos ejemplos por montera solo me queda una última consideración: debemos dejarnos empujar por las increíbles historias de la gente que nos rodea, desde el barrendero que con toda satisfacción cumple con su trabajo hasta el artista, el creador o el amante que no vive para otra cosa que por su obsesión. Seamos pasionales, no nos dejemos amedrentar por la razón que nos retiene en pro de nuestra estabilidad emocional porque no hay nada mejor que estar absolutamente loco por algo que nos arrastra de los pelos. Pongámonos a la orden y servicio de nuestros empeños para poder levantar bien alta la cabeza y escupir en voz alta: ¡Cómo [ponga aquí su obsesión] no hay ná!

sábado, 4 de abril de 2015

Prácticas consuetudinarias de la idiosincrasia extravagante

"Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra."

(Jaime Gil de Biedma, No volveré a ser joven. 1968)


La vida es una puta mierda. Así, sin matices, y os voy a decir por qué. Nos la pasamos llenándola de expectativas, constantemente cambiantes, para asegurarnos que nunca lleguemos a tener una plenitud. Tiene una esencia bipolar que me pone de los nervios, si consigues lo que quieres te quedas sin aspiraciones, si las persigues, acabas agotado y si no llegas a ellas ya ni te cuento. Persigues cosas atadas a una cuerda de la que van tirando cada vez que te vas acercando. 
Ahora sí, lo peor de todo es que te quedes sin aspiraciones, como cuando acaba una serie y ponen el punto final. Sabes que no hay nada más allá y no puedes esperar más. Es ver al Coyote atrapando al Correcaminos. 
La bipolaridad también me trae de cabeza. Nos pasamos los años preocupándonos, labrándonos un futuro, un cuerpo y una mente. Estamos a dietas estrictas, estudiando como cabrones y con una cuenta de ahorro con expectativas que vaya creciendo. Y de repente piensas qué sentido tiene si te vas a morir, no vale la pena tomarse nada en serio. Así que decides vivir alegremente, disfrutando la vida, pero te das cuenta que para ser feliz a lo mejor tienes que ser un poco más delgado, un poco más listo y un poco más rico. Y entras en un círculo donde quieres todo eso, pero sin esforzarte, pudiendo también disfrutar de una vida vaporosa; te preguntas si todo consiste en un trabajo duro o un saber no tomarse en serio. Eso sí, la respuesta depende de lo delgado, listo y rico que seas en el momento que lo piensas.
Ahora bien, no siendo suficiente con responderte ciertas preguntas vitales, también tienes que encargarte que la gente sepa y perciba la maravillosa vida que tienes. Aunque bueno, con las redes sociales esta ingente tarea es más liviana. Solo tienes que mostrar tu vida a través de fotos con muchos filtros, filtrando toda la mierda que no quieres que se vea. Y de repente eres delgadísimo pesando 100 kg, una persona muy interesante colgando frases trascendentales de señores que no sabes ni quieres son y con mucho dinero gracias a colarte en hoteles de 5 estrellas para hacerte la foto. La vida digital se convierte en el Jardín de las Delicias, la real sigue siendo una puta mierda, pero con cada like se te olvida un poco. Así que de repente decides seguir jugando a aparentar, inventando un modus vivendi que sólo existe en código binario, ¡total!, siempre será mejor que la vida real donde tienes que conseguir las cosas y aunque te lo curres no tienes garantía de llegar a nada; y ¡ay de ti como llegues! Busca el amor incansablemente que cuando lo hayas encontrado ya te sentirás abrumado por la monotonía. Menudo regusto agridulce. 
Los fans de Paulo Coelho dicen "mi droga es la vida". Qué santa razón. Durante un rato se disfruta pero luego viene el bajón y el cargo de conciencia. La siguiente vez te lo piensas dos veces porque ya sabes lo que viene después. Así que eliges entre entregarte en cuerpo y alma sin pensar en las consecuencias o decides no volverla a probar más. El mundo está lleno de yonquis de la vida: la viven por encima de todos, esnifándola a base de pisotones, egoísmos y, curiosamente, trivialidades. Parece ser que para vivir la vida hay que destrozársela a los demás, supongo que así tocan a más parte estos licántropos de energía vital. En el lado opuesto están los abstemios, que no dan un solo paso por el miedo a la resaca del día siguiente. Los puedes ver colocaditos en sus asientos del metro, leyendo 50 Sombras de Grey y con el tupper de comida en la bolsa de Body Bell, esperando a que venga un licántropo y les chupe la poca vida que les queda. Qué más da, ellos tampoco la usan tanto. Han aprendido a conformarse; se resignan con lo que tienen viendo sus sueños no alcanzados como en un álbum de fotos que se abre los domingos por la tarde pero que se vuelve a cerrar porque el lunes hay que madrugar. O añoran las oportunidades perdidas, dejando pasar la vida para recordarse constantemente que no son lo que habían soñado.
Y este es el dulce retrato familiar de la estripe humana; en nuestros recorridos en bus de camino al trabajo andamos preocupados porque todo esto ya lo sabemos, pero nos aplacamos los pensamientos con una buena sesión de gimnasio o un buen atracón (según en la fase que estemos), vemos los Sálvames y vivimos a través de las Rosas Benitos. Pobres mujeres, todo lo que tienen encima.
Así, año tras año, vamos pasando la vida, queriendo unas veces unas cosas y otras algo diferente, simulando que la vida es algo uniforme que tiene una finalidad concreta e inmutable y que, además, la conocemos.
Por todas estas cosas la vida es una puta mierda. Nos consuela saber al menos que es divertida, que tus aspiraciones están ligadas a como hayas dormido esa noche o lo que hayas desayunado. El maravilloso reto de no saber que es lo que te espera ni por dentro ni por fuera.
Estamos como autenticas cabras pero al menos, de vez en cuando, alcanzamos a vislumbrar que la vida es una maravillosa puta mierda por mucho que no sepamos por donde cogerla.

LUNA DE MIEL EN EL CARIO. "TOMAR LA VIDA EN SERIO" [Revista musical]:


FANGORIA. "LA RAZÓN DE VIVIR" [Canción]:



ZAZIE. "JE VEUX" [Actuación]:


COCOROSIE. "FAIRY PARADISE" [Actuación]:








domingo, 29 de marzo de 2015

¿Para qué sirve el amor?

"Amor que tiene calidad de vida, 
amor sin exigencias de futuro, 
presente del pasado, 
amor más poderoso que la vida: 
perdido y encontrado. 
Encontrado, perdido..."
(Jaime Gil de Biedma, Amor más poderoso que la vida).

Llevo días dándole vueltas al siguiente tema que quería abordar en la siguiente entrada. Y la verdad es que no he llegado a ninguna conclusión. Creo que quería hablar del amor. Pero no sé que saldrá.
He estado reflexionando en todas las facetas que tiene: el fraternal, el apasionado, el auto-obligado, el desamor... Y son todas muy complicadas, quizá porque cada una de ellas nos manifiesta la inconsistencia del ser humano. En realidad es como la vida, que por engorrosa resulta ser sencillísima.
Pasamos por diferentes estados de enamoramiento, de joven tienes la Verdad total y absoluta en tus manos, ya has descubierto el amor y no es tan difícil como lo pintaban. Pero cuando todo (como era de esperar) acaba, te das cuenta que la cosa es más complicada de lo que pensabas y a partir de ahí todo es una continua sospecha. Así que a medida que creces te vas dando cuenta que cada vez estás más despistado. Y al final del camino, con el paso del tiempo, confirmas que efectivamente no tenías ni puta idea. Tengo el terrible temor de estar a punto de morir en mi cama y descubrir de repente el enigma del amor: "Coño, esto es". Y palmarla. 
Pero si te paras a pensarlo, el amor, al igual que la vida, de lo complicado que es resulta muy sencillo. Después de darle vueltas a teorías, tipos de relaciones, comportamientos, investigaciones científicas piensas: - "Pero que gilipollez, ¿no?"; al final son dos personas que se conocen, que conectan y que se rozan (en todos los sentidos que se pueda). Pero es demasiado sencillo para nuestras mentes retorcidas, empezamos a pensar y salen las preguntas: ¿por qué?, ¿por qué este y no otro? ¿qué pasará?, ¿y si me deja de querer?, ¿y si lo dejo de querer? Y aquí es, señoras y señores, donde empezamos a cagarla. Aplicamos demasiados condicionales a algo que en su esencia nace sin condiciones. "el amor no entiende de razones" como dirían los fans de Paulo Coelho.
Pero lo peor de todo no son las preguntas sino las respuestas. Aquí ya la cagamos del todo. ¿Por qué nos damos tanta prisa? ¿Por qué queremos las respuestas ya?, ¿por qué todo tiene que ocurrir ahora? Hay que dar tiempo a conocerse, a emparejarse, a quererse, a aborrecerse. Todo tiene una maceración que nos queremos saltar sin pararnos a disfrutar. Hemos adoptado una obsolescencia programada sentimental que tira para atrás, todo tiene fecha de caducidad y nos encargamos que así sea. Tenemos un miedo espantoso a lo eterno, supongo que se debe a que no lo llegamos a entender. ¿Como se puede vivir para siempre, señor cura?, ¿qué es siempre si no tengo la referencia temporal del fin? ¿Me estás diciendo que el universo es infinito?, ¿cómo puede haber algo que no acabe nunca, señor científico?  Es curioso que exista el concepto de "siempre" o "nunca" cuando todo lo que nos rodea es perecedero. Son conceptos reservados a Dios y algún que otro privilegiado, pero nos los hemos apropiado para incluirlos en nuestra vida cotidiana con una facilidad pasmosa. A día de hoy no está demostrado que los vivos sigan queriendo después de muertos, pero nos apresuramos a soltar alegremente un "te querré para siempre". ¿Cómo puede permanecer un sentimiento más allá de la persona? Una interesante teoría a investigar. 
No me quiero meter demasiado en el terreno de la vida y la muerte ya que lo quiero tocar con detenimiento en próximas entradas, pero solo quiero puntualizar una cosa: aunque el amor muera con el difunto, el difunto sobrevive gracias al amor. Un sentimiento demasiado perfecto que nos salva incluso después de muertos. Eso no hay que olvidarlo.
Pero la pregunta sigue en el aire, ¿cómo podemos entender el amor si constantemente a lo largo de nuestra vida cambia la percepción que tenemos de él? Cuando creemos que empezamos a entenderlo algo dentro de nosotros cambia y vuelta a empezar. Pero si en algún momento de nuestras vidas coincide lo que pensamos con lo que estamos viviendo es la leche. Las complicaciones pasan a segundo plano y empiezas a ver con otros ojos. Las canciones de amor ya no se entienden igual y tus teorías pasan a ser material para chistes fáciles; sientes como la práctica es muy diferente a la teoría y ya nada es igual. Te transforma por dentro, te convierte en otra persona, te hace conectar con un ente universal en el que tu formas parte de él y él forma parte de ti. Sufres una metamorfosis en la que la persona que eras ya no volverá por mucho que se acabe ese romance. No vuelves a sentirte solo nunca más y te sientes orgulloso de albergar un sentimiento que compartes con el resto de la humanidad. Y descubres, de repente, que era algo más de lo que te imaginabas. Llegar a mirar cara a cara la abstracción de tu ser y darte que cuenta que formas parte de una única e ingente materia etérea. Y asumimos que la transfiguración de la carne lo hace imperfecto, pero que mucho más allá de lo que nuestra piel diga, esa materia intangible representa la perfección del ser humano. La perfección que nos hace imperfectos con la única finalidad de trabajar para intentar estar más cerca de algo que es la osamenta del sentido de la vida: trabajar todos y cada uno de nuestros días para poder rozar, aunque sea por momentos, un sentimiento que nos une y nos empuja a seguir vivos; dar pasitos para poder, desde nuestra soledad, conectar con todos y cada uno de los habitantes de este planeta compartiendo lo que nos hace iguales.
Con esa fuerza nos dedicamos a vivir y comenzamos a esforzarnos para que un día no estemos metidos en una cama, con la agonía de la muerte, y nos demos cuenta que el amor era una cuestión de práctica. Y si al final, en el último momento de lucidez de nuestra vida, es cuando descubrimos el sacro misterio del amor no hay que preocuparse de nada si bajo el brazo llevamos un legajo lleno de romances, complicidades y muchos te quiero soltados por la boca.

HEDWIG AND THE ANGRY INCH. "THE ORIGIN OF LOVE" [Fragmento de película]:


FAMILY. "DAME ESTRELLAS O LIMONES" [Canción + fragmento de película]:



LOLA FLORES. "MUERTA DE AMOR" [Actuación]:



LOUIS CLICHY/EDITH PIAF. "A QUOI CA SERT L´AMOUR? (¿PARA QUÉ SIRVE EL AMOR?)" [Corto]:








sábado, 21 de marzo de 2015

La dulce mano de las Musas

"Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse."
(Truman Capote, Música para camaleones. 1980)

Hacía mucho tiempo que tenía ganas de comenzar a escribir un blog con la finalidad de poder plasmar las cosas que me inquietan; reflexionar sobre temas que a nivel artístico y vital me revolotean constantemente por la cabeza. Por fin, hoy, comienzo este intento de poder evidenciar lo que es para mí el arte, la muerte, la identidad de género, la dignidad y tantas otras cosas. Todo en torno a un único hilo conductor: las expresiones artísticas que me mueven por dentro y que me parecen creadoras de un discurso trascendente y estético; el arte en todas sus vertientes, que es lo único eterno, que dignifica y por lo que vale la pena seguir vivo. Las entrañas de la raza humana expuestas a través de la mano de un escritor, la cámara de un director de cine o el cuerpo de un bailarín. No hay nada más allá. Un grito de identidad, la conexión de lo mundano con lo espiritual. Llorar con una canción, identificarse con un personaje, reflexionar con  un cortometraje. Estamos conectados a través del arte. Un yin yang donde la unión nace de la separación. 
Por eso mismo de lo que quiero hablar es del ARTE, así, en mayúsculas; de nuestra capacidad para poder descubrirlo en nuestra vida cotidiana y de como somos creadores al mismo tiempo que receptores. 
Hace poco vi una especie de película, un remake de El Exorcista. Era casera, muy casera, con ¿actores? amateur y sin ningún tipo de producción: planos oscuros, sin encuadrar, con fallos de sonido y de racord. Estaba colgada en Youtube y tenía más de dos millones de visitas. La mayoría de los comentarios eran negativos, pero al verla y siendo consciente que esa cinta estaba hecha por alguien que no tenía ni idea técnica me pregunté cómo se sentían capaces de abordar un asunto tan importante como la creación audiovisual con la poca vergüenza del ignorante y la falta de miedo del inocente. Cuando estaba a punto de estallar me di cuenta de algo: eso también era arte y que lo importante era que se sentían satisfechos con lo que habían hecho. Abordar sin temor a fracasar. La necesidad de crear, sin saber cómo, incluso sin talento. La necesidad de expresión por encima del pudor. Eso es ser artista, sentir el deseo irrefrenable de crear  aún teniendo en contra todo y a todos; sin mirar el resultado sino el proceso. Seguir el instinto no teniendo idea de adonde te lleva, un salto al vacío sin red. 
Por eso quiero hacer un homenaje a todos los creadores. A los funambulistas que constantemente andan balanceándose en la cuerda de sus emociones, enfrentándose a los pozos negros de su ser y sacando, de toda esa negrura, algo que antes no existía, que se mueve y que adquiere vida propia. A esos Dioses que crean universos a costa del Big Bang que explota en el centro de sus tripas. A esas deidades que nos hacen la vida soportable, deseable y que se atreven a tirarnos a la cara lo que no queremos ver. A esos valientes, remeros del río que separa lo mundano de lo divino.
Sí, ahora lo pienso mejor: la principal finalidad de este blog es homenajear a los creadores. Sin distinguir a grandes y a pequeños porque la magnitud de lo intangible es inabarcable. Por haberme hecho como soy, por los que estáis por descubrir y por lo que nunca llegaréis a mí. A todos y cada uno de los que creen que este mundo puede ser mejor si presentamos lo que nosotros, como raza humana, llevamos en nuestros entresijos.
Hoy, sin ton ni son, quiero compartir cosas que son una pequeña representación de todo lo expuesto anteriormente. Evidentemente es imposible abarcarlo en su totalidad, pero esa es la finalidad de este blog, que poco a poco se vaya desgranando eso que nos hace sentir vivos. 
En las próximas entradas el material audio/visual girará en torno al concepto sobre el que esté reflexionando; pero hoy pondré lo que quiera porque, como humano, dispongo de libre albedrío, algo que los pobres artistas no conocen ya que el vivir entre lo efímero y lo perpetuo requiere pagar el alto precio de estar esclavizados a la dura y dulce mano de las Musas.
Me vais a permitir que empiece con una actuación que es la plenitud del arte. Es la responsable del título de este blog y la representación del desgarro artístico. El espíritu de la inspiración personificada a través de la carne. Una intérprete convertida en marioneta de lo que llaman duende, una posesión inexplicable que nos demuestra como la belleza viene de otro mundo convertida en voz y movimiento.

DOLORES VARGAS. "ANINONAY" [Actuación]:


DAVID LACHAPELLE/POLUNIN. "TAKE ME TO THE CHURCH" [Pieza audiovisual]:


ANTONY AND THE JOHNSONS. "I FELL IN LOVE WITH A DEAD BOY" [Actuación]:


FLORENCE + THE MACHINE/LACHAPELLE/BYRNE. "SPECTRUM" [Videoclip]: